Es curioso que Ignacio haya recuperado hoy este viejo enlace y agradezco a Fernando el video porque aunque mi mujer y yo hemos ido a verla en junio pasado íbamos a necesitar verla nuevamente para verificar alguna de las afirmaciones.
A ratos estamos tratando de entender las raíces de esta crisis desde su comienzo oficial en el 2007: cuando, alarmado, el WSJ avisó de que la morosidad de las hipotecas subprime no se detenía al llegar al 30% como de costumbre. Espero poder publicar algo con sentido y alguna utilidad práctica a lo largo del próximo año. No es fácil porque la tentación de rendirse a la impotencia es fuerte.
El caso es que, en mi opinión, siendo ciertos muchos detalles de Inside Job, la película no aborda lo importante y por eso se queda en una atractiva y emotiva historia de connivencias y golferías.
Es tentador el recurso a lo conspirativo y la terrible desvergüenza de “los malos” –tan distintos de nosotros, los buenos– pero es sólo una técnica narrativa consagrada en la literatura universal.
La enorme gravedad de esta dinámica es que sucedería aproximadamente del mismo modo sin necesidad de episodios siniestros y connivencias cuestionables entre la academia, el poder (gobiernos, instituciones y órganos legislativos) y su creación: el sistema financiero.
Dice Sttaford Beer en uno de sus últimos libros (“Platform for change”, 1975) que “el objetivo de un sistema es aquello que en realidad hace”.
Es decir, no se trata de controlarlo o de corregirlo estableciendo controles sobre controles sobre controles… como creemos estar haciendo con la lógica falta de resultados que esta conducta debe tener.
Si el resultado es malo es necesario cambiar el sistema y no multiplicar indefinidamente los controles.
Y la razón es evidente, intuitiva. Lo recuerda Norbert Wiener (MIT, 1948) cuando nos alerta de que un control tiene tres componentes (medidor de la desviación, selector de corrección y ejecutor de la acción correctora) que cuestan como mínimo tres veces más que dejar al sistema en libertad. La acumulación de controles resulta siempre en rendimientos negativos y anula la función propia del sistema que, de este modo, entra en pérdida.
En otras palabras “el coste del control crece exponencialmente y a órdenes de magnitud superiores al de la complejidad del sistema”.
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Por: Manu Oquendo
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